Cuando éramos chicas, las vacaciones eran sinónimo de hacer una escapada al Museo de Ciencias Naturales de La Plata.

Era imposible no asombrarse con los fósiles enormes en vitrinas y otros colgando desde el techo. En el fondo, me esforzaba por imaginar cómo habría sido el mundo cuando esos gigantes vivían.

Luego, volver del museo, cargada de emociones, e ir directo a  las herramientas de jardinería para excavar. Era otro de mis pasatiempos favoritos. Me entusiasmaba la idea de encontrar un dinosaurio en mi patio. Me pasaba tardes enteras removiendo la tierra con una pala chiquita, convencida de que algún hueso iba a aparecer.

 

 

Los años pasan y esos sentimientos siguen intactos. Todavía me emociono cuando me entero de algún nuevo hallazgo paleontológico en nuestro país. Me conmueve —y me enorgullece— que este suelo guarde cosas tan extraordinarias.

Tal vez ya no coleccionamos fósiles ni soñamos con ser paleontólogas (¿o sí?), pero hay algo de esa fascinación que se mantiene. Una sensibilidad por lo que existió antes que nosotros. Por los rastros, las huellas, los secretos guardados en la tierra.

A veces diseñamos estampas para contar eso que no sabemos decir de otra forma. Como una manera de volver a mirar el mundo con ojos de niñas.


En este caso, quisimos rendirle un homenaje a esas criaturas prehistóricas que nos acompañaron desde el asombro de la infancia.
Y que todavía hoy, nos dejan sin palabras.

La estampa Dinos forma parte de una de nuestras poleras favoritas de esta temporada. Pero lo que más nos gusta es que guarda una historia inmensa entre sus dibujos.