Cuando viaje a francia en 2015, como fan de Monet y del impresionismo, sabía que no podía faltar el recorrido a su icónica casa.
Nos tomamos un tren desde París hasta Giverny, un pueblito pequeño en el medio de la campiña. El viaje en tren nos llevaba por interminables praderas llenas de amapolas, iglesias y casitas de piedra con flores por todos lados. Siempre me acuerdo de estar con los auriculares escuchando Philip Glass, lo cual lo hizo aún más mágico.
Cuando llegamos, había que caminar por el medio del pueblo hasta llegar a su casa. No se veía nada desde afuera, solo una pequeña puerta al “jardín secreto” que te hacía entrar en un nuevo mundo: el jardín más hermoso que había visto. Era plena primavera, todos los rosales estaban en flor y se sentía ese aroma dulce que te inundaba.
Más adelante comenzaba el recorrido, y te encontrabas con pasajes llenos de flores y mariposas, hasta que llegabas a sus famosas lagunas de nymphéas o lirios de agua, flotando por toda la superficie en tonos rosados, blancos y lilas: un espectáculo total.
En ese momento solo podía pensar: en este lugar mágico, lleno de inspiración, sería imposible no hacer obras así de hermosas. También me dejó con muchas ganas de algún día tener mi propio estanque con nymphéas, lotos, sapitos y lleno de libélulas.
La casa de Monet fue un bonus inesperado. Como solo fui a ver el jardín, sin tener conciencia de cómo sería la casa, me llevé una grata sorpresa al encontrarme con un lugar totalmente encantado.
La cocina amarilla, con toques de verde y azul (una combinación inesperada en decoración) quedaba tan hermosa que me hacía pensar que solo alguien que trabaja con el color todo el día puede imaginar paletas tan armónicas y hacerlas quedar tan bien.
Esto me llevó a usar ese maravilloso cuarto como inspiración para nuestro nuevo local en Palermo: paredes amarillo clarito con toques de verde y madera, y le agregué un nuevo color :el rosa, siempre presente en nuestras colecciones. De alguna manera, me llevo siempre pedacitos de inspiración de todos los lugares que visito.
Colgue los cuadros de mi abuela en el local
La combinacion de verde y amarillo clarito me parece hermosa.
Si bien el damero no lo pusimos en el piso como en la casa de Monet lo pusimos en la fachada.
La casa de Monet y sus estudios me hacían acordar mucho al taller de mi abuela paterna, que pintaba cuadros y, como no tenía más lugar donde ponerlos, había ideado una manera de colgarlos todos uno arriba del otro, llenando todas sus paredes. Entrar en ese taller era como entrar a un cabinet de curiosidades, porque había tantos cuadros, dibujos, flores y cositas colgadas que uno tenía que pasar mucho tiempo para reconocer todo lo que había. Algo de eso me lo llevé a mi vida personal y a mi estética (un poco cargada a veces), llena de pequeños universos plagados de historias. Me es imposible hacerlo de otra manera.
Esta es mi abuela Luiza en su taller, una de las pocas fotos que tengo de ella pintando. Lamentablemente cuando era chica no sacaba fotos y solo me quede con las fotos mentales que todavia atesoro en mi cabeza.
Este primer recorrido impresionista por Francia marcó un deseo que iba a pisar fuerte en los próximos años, manifestándose en irme a vivir allá. A veces, el poder de la imaginación me lleva a lugares impensados y hace que mi vida se desarrolle de maneras misteriosas.
Mientras tanto, me llevo esa inspiración a mi propio jardín en Buenos Aires y, a mi manera, lo lleno de flores: cada rincón vacío es un potencial para poner una nueva flor.
Este es mi jardin en otoño.